CUANDO EL BEBÉ LO TIRA TODO AL SUELO
Llega un momento en el desarrollo de nuestro bebé en el que parece empeñarse en que reforcemos nuestra lumbares. Hace un tiempo, entre los 5 y 6 meses de edad, el bebé ha empezado a incorporarse e incluso a mantener sentado con más o menos dificultad. Esto le ha permitido poder observar todo lo que le rodea y ver el mundo con, si cabe, mayor curiosidad. A este hito motor se le une, un poco más tarde, entre los 6 y 8 meses, aproximadamente, la mejora de la coordinación manual de los bebés. Todo ello les permite realizar nuevos y diferentes movimientos. Además de coger cualquier cosa que encuentre en su camino (cosa que casi con total probabilidad se llevará la boca), va a ir siendo capaz de observarla de cerca, darle alguna que otra vuelta e incluso empezar a pasársela de una mano a otra. Todos momentos bonitos y, a la vez, graciosos, que nos llenan de alegría y emoción por ver nuevos avances en el desarrollo del bebé.
Todo al suelo
Pero su creciente curiosidad y ansia de aprendizaje no se detiene ahí. Pese a sus nuevas habilidades, en algún momento ha sido imposible evitar que algo se la haya caído de sus manos y justo en ese momento, en el que los padres acudimos prestos y veloces en búsqueda del preciado juguete (porque no nos acabamos de fiar –acertadamente- de la regla de los 5 segundos), es cuando nuestro bebé ha terminado de darse cuenta de algo importante en su desarrollo y que viene barruntando desde que, sentadito, puede observar mejor su entorno: cada acción tiene una reacción. Ese colorido y gracioso juguete con el que estaba jugando ha desaparecido de entre sus manos, ha hecho un ruidito (o varios) al caer y curiosamente mamá o papá han reaccionado yendo a buscarlo y devolviéndolo al sitio que le corresponde entre las manos del alegre bebé. Siguen aprendido, además, que cuando algo desaparece de su campo visual no significa que no esté ahí o que no vaya a volver. En ocasiones, se asoman curiosos buscando el juguete. Para ellos es algo mágico y por eso lo realizan una y otra vez, incansablemente, siempre que la paciencia y energía de mamá o papá le aguanten el ritmo.
¿Me está tomando el pelo?
Aunque por alguna sonrisa picarona pudiera parecerlo, no es así, en absoluto. Nuestro bebé está jugando, está aprendiendo y, al mismo tiempo, interactuando con nosotros: es un ejercicio magnífico para su desarrollo. No hay ninguna mala intención en su comportamiento, más bien al contrario, puesto que quiere disfrutar de un rato de juego con nosotros (lo que refuerza aún más el vínculo) y, desde luego, seguir aprendiendo. En esta etapa, los bebés parecen mostrar más interés por comunicarse con los adultos escuchándonos atentamente (en ocasiones) y respondiendo a su manera con balbuceos, gritos… En adelante seremos su mejor juguete, la fuente principal de su entretenimiento y, en este caso, no es de extrañar que les resulte gracioso vernos recoger una y otra vez el objeto que lanza una y otra vez.
¿Pero entonces por qué lo tira una y otra vez?
Es posible que os preguntéis “¿cómo es posible que no se aburra de esto si cualquier cosa parece saciar su curiosidad en escasos minutos?”. Esto se debe a que casi cada lanzamiento, de alguna manera, es diferente para el bebé. El juguete u objeto en cuestión no siempre cae en el mismo sitio, la distancia a la que lo lanza varía, parece más grande o más pequeño según lo lejos que haya caído, la caída suena diferente, su forma también difiere en función del lado que caiga, la luz, etc. Es por todo ello que el bebé parece todo un campeón de la terquedad y travesura.
Nuestra experiencia
En nuestro caso, baby O empezó en el sexto mes a tirar al suelo todos y cada uno de sus juguetes, sin importar el tamaño ni peso. Desde el principio parece tener una especial habilidad para encontrar el hueco (por delante, detrás, los lados…) para que el juguete no terminara en otro lado que no fuera el suelo. Posteriormente, una vez conseguido su objetivo, incluso se abalanza sin ningún miedo a intentar recuperarlo y hay que ayudarla para evitar un chichón y también para que pueda acercarse donde haya caído y con sus manitas pueda recuperar el tesoro perdido. No obstante, parece tener más carácter que paciencia, y al rato de jugar a “tira y recoge” empieza a enfadarse y, si bien es cierto que sigue haciéndolo, con cada lanzamiento pone más fuerza y un quejidito más agudo. De este modo manifiesta que quiere pasar a otro juego. Aunque en ocasiones pone a prueba nuestra paciencia y puede resultar cansado, pensamos que es un ejercicio que debemos potenciar por lo que la ayuda en su desarrollo y porque vemos que, efectivamente, es algo que refuerza nuestro vínculo con ella. ¡Y además pasamos un rato divertido con risas al ver su paciencia agotarse poco a poco y la increíble habilidad que demuestra para ponernos cada vez más difícil la operación rescate del juguete! Con la comida en muchas ocasiones hace lo mismo. Os lo contaremos en otro post.